La condición del geniecillo
1:00 | Author: nina
Según cuenta la leyenda, la leyenda más olvidada en estos tiempos, en un pueblecillo remoto junto a la frontera de Kuwait, una familia pobre y abandonada hacía todo lo posible para conseguir una migaja de pan.

En ese pueblecillo, cuyo nombre se ha difuminado en el tiempo, aún hay algunas mentes capaces, dicen, de recordar lo ocurrido. Esta leyenda es un poco confusa, así que espero poder explicarme lo suficientemente claro.

Un día caluroso, más de lo normal en ese país, esa familia pobre y desdichada intentaba resguardarse del aire, que al encontrar sus rostros, parecía quemar. En el momento en que se arropaban unos a otros, pues era lo único que tenían, un hombre parecido a un geniecillo se les acercó mirando con sus ojos fijos en sus rostros, casi intentando saber lo que pensaban. Cuando estaba lo bastante cerca para que lo oyeran, dijo sin pensarlo:

-Familia humilde de origen kuwaití, estoy seguro de que si alguien os propusiera un acuerdo para conseguir algo de pan, aceptaríais sin dudarlo –dijo con su voz elegante-. ¿No es así?

El hombre más mayor de la familia se le acercó, intentando no pensar en el calor que hacía y logró contestar:

-Señor, explíquese mejor, somos gente que pasamos mucha hambre y no nos gusta parecer groseros, pero no nos apetece ser el objetivo de bromas sin sentido –dijo el hombre con una voz tajante, aunque temblorosa debido a su hambre y mal estado.

-Soy un geniecillo enviado desde la India, que viene a concederles un deseo, a causa de su humildad –dijo amablemente.

-En ese caso – se concentró mientras hacía señas a familia –nos gustaría poder disponer de una casita llena de comida, oh gran geniecillo –suplicó.

-Perfecto, pero hay una condición: si algún día encontráis alguna familia como vosotros, debéis acogerlos sin dudar; si no, seréis enviados a la época donde esta zona estaba ocupada por estegosaurios y ahí sí que nadie podrá hacer nada para ayudaros.

La familia asintió, con la mirada fija en el hombre procedente de la India, preguntándose cuánto faltaría para que ocurriese ese suceso tan extraordinario, esperado y, a la vez, extraño. Tan solo pasaron cinco minutos cuando vieron una casita a pocos metros de donde estaban. El geniecillo la señaló y les dio una diminuta llave de tonos plateados. Toda la familia entró sin pensárselo y, asombrados por la cantidad de comida y por las suaves sábanas de seda que cubrían sus camas, empezaron a disfrutar de algo de lo que habían carecido anteriormente. Se dieron cuenta de algo mágico y maravilloso: al comer cualquier manjar, este volvía a aparecer.

Pasaron varios meses sin problema alguno, pero un día sin más una pareja de niños llamó a la puerta y preguntaron con temor.

-Buenos días, señor, nos preguntamos si tendría algún alimento para nosotros, pues no hemos comido nada desde hace varios días.

El señor miró dentro de la casa y, olvidando el acuerdo con el geniecillo, negó con la cabeza y cerró la puerta intentando no hacer demasiado ruido. No llegó a pasar ni un minuto cuando alguien llamó a la puerta. Esta vez toda la familia salió a toda prisa. Se quedaron parados, pálidos, parecía que la sangre no les llegaba a sus rostros, casi sin pestañear.

En ese momento, les vino a la cabeza el acuerdo con el geniecillo: “Si alguna vez encontráis a una familia como vosotros debéis acogerla sin dudarlo.” Fuera, tras la casa que habían conseguido, hallaron un mundo distinto, alarmante, lleno de árboles, insectos y con una luz apagada, un lugar húmedo, en el que parecía no haber nadie.

De repente, pudieron observar algo asombroso: un estegosaurio se acercaba sin detenerse.

Sara Sánchez
2n d’ESO

|
This entry was posted on 1:00 and is filed under . You can follow any responses to this entry through the RSS 2.0 feed. You can leave a response, or trackback from your own site.

0 comentarios: